Dentro de algunos años, podría estar consumiendo la siguiente generación de alimentos genéticamente alterados -papas que no se ponen cafés por dentro o soya con una mezcla más saludable de ácidos grasos.
Y quizá no se daría cuenta que hay algo diferente, porque quizá no se mencionaría en las etiquetas, ni siquiera después de que entre en vigor una ley aprobada por el Congreso de Estados Unidos para revelar la presencia de ingredientes genéticamente modificados.
Una nueva generación de cultivos conocidos como genéticamente editados, en vez de genéticamente modificados, está llegando al mercado. Creados a través de nuevas herramientas que cortan y afinan el ADN en puntos precisos, estos cultivos, al menos por ahora, en gran medida quedan fuera de las regulaciones actuales.
A diferencia de métodos más antiguos de ingeniería genética, estas técnicas, como Crispr, hasta ahora no han sido comúnmente utilizadas para añadir a las plantas genes de otros organismos.
Cientos de hectáreas de sembradíos genéticamente editados ya han sido cultivados en varios estados de EU, libres de supervisión o regulaciones. Y algunas personas ya los han consumido. «Esto no es Frankenfood», expresó André Choulika, director ejecutivo de Cellectis, una de las compañías que desarrollan cultivos genéticamente editados.
En octubre, Cellectis organizó una cena en Benoit New York, el restaurante del chef Alain Ducasse, y sirvió platillos preparados con sus papas y soya genéticamente editadas. Entre los invitados figuraban catedráticos, periodistas y celebridades, como el actor Neil Patrick Harris.
Calyxt, una subsidiaria de Cellectis que produce los alimentos genéticamente editados, también desarrolla nuevas versiones de trigo, incluido uno con mayor resistencia a enfermedades micóticas y otro más bajo en carbohidratos y más alto en fibra dietética.
Otras compañías también desarrollan cultivos genéticamente editados, entre ellas DuPont Pioneer, que ha echado mano de la tecnología para una nueva variedad de maíz ceroso, usado más comúnmente como almidón en adhesivos y no para consumo.
Las normas actuales fueron redactadas para una generación anterior de organismos genéticamente modificados, donde los científicos usaban bacterias y virus -por lo común de plagas de plantas- para colocar una carga de genes nuevos en los núcleos de las células vegetales donde se fusionan con el ADN de la planta. Eso funcionó, pero los científicos no podían controlar dónde eran insertados los nuevos genes, y eso llevó a inquietudes sobre alteraciones genéticas peligrosas o la cruza con cultivos sin organismos genéticamente modificados (OGM).
Compañías como Calyxt han descrito la edición genética como algo similar a mover el cursor en un procesador de palabras a un sitio particular y hacer un pequeño cambio al texto.
En lugar de usar bacterias y virus para hurgar en una célula, las técnicas de edición genética -Calyxt utiliza una llamada Talen- crean moléculas que actúan como una plantilla para igualar un segmento específico de ADN y luego hacer una incisión allí.
Para las plantas de soya de Calyxt, el único cambio era desactivar dos genes. «No se le quita ni se le agrega nada a la planta», aseguró Choulika.
Esas ediciones cambian la combinación de ácidos grasos y quizás permiten que produzca un mejor aceite para cocinar.
Papas editadas para conservarse más frescas durante más tiempo y no producir cancerígenos al freírlas serán cultivadas y vendidas en el 2019. El Departamento de Agricultura de EU acaba de anunciar que una segunda papa que tarda más en ponerse café por dentro tampoco está sujeta a regulación.
La edición genética no sólo se aplica a las plantas. Recombinetics, una compañía de Minnesota, está editando los genes de animales de granja -por ejemplo, para crear ganado sin cuernos.
Algunos críticos advirtieron que la industria estaba repitiendo los mismos errores de los OGMs.
«Nunca hemos estado en contra de esta tecnología», aseveró Michael K. Hansen, científico senior en Consumers Union, grupo activista sin fines de lucro. «No decimos que sea intrínsecamente malo o que estos cultivos sean un peligro intrínseco. Es sólo que plantean cuestiones de seguridad, y se les debe exigir evaluaciones de seguridad».
Richard C. Mulligan, catedrático de genética en la Facultad de Medicina de Harvard, que asistió a la cena de Cellectis en NY, dijo que no estaba seguro de que la gente notara mucha diferencia entre genéticamente editado y genéticamente modificado.
Kenneth Chang, Reforma